MENSAJE PASCUAL 2009
Querida Familia Diocesana:
Este año, por los caminos providenciales de Dios, me toca a mí presentarles algunas palabras para estas Pascuas.
No quiero que piensen que hago esto por creerme alguien importante, al contrario, me disculpen si sienten eso, lo hago como un pequeño aporte a la Solemnidad de la ocasión.
Me dirijo ante todo a mis Hermanos Sacerdotes a quienes agradezco su trabajo sencillo y cotidiano en cada una de las comunidades, y les pido disculpas si me atrevo a hablarles como si fuera su superior… yo de verdad me considero vuestro Hermano y no vuestro Maestro, que por los designios de Dios me toca realizar este servicio. A los que son más jóvenes que Yo, que gracias a Dios son la mayoría, les hablo como un Hermano mayor.
El Señor quiere celebrar la Pascua con nosotros. El Señor quiere una habitación limpia en nuestro corazón y poder entrar en el y celebrar así la ultima cena con sus Amigos.
Sabemos que no siempre nuestro interior manifiesta la alegría y la convicción de ser servidores de tan grande Don. Pero el Señor no abandona a sus Amigos; él siempre sale a nuestro encuentro, en cada Eucaristía que celebramos, en cada Perdón que transmitimos o en cada perdón que recibimos; en cada sacramento, en cada visita a los pobres y enfermos. Dios siempre está allí para llenarnos el corazón, los labios y nuestras manos de su Gracia, para que podamos reconfortar a todo aquel que lo necesite. Es por eso que con San Agustín, también podríamos repetir, “tengo miedo de que el Señor pase de largo”. ¡Quédate con nosotros Señor, tus Hijos Sacerdotes te necesitamos!
Querida Familia Diocesana, queridos Religiosos y Religiosas, queridos laicos, que con vuestro trabajo el Reino de Dios se haga presente en tantos lugares; que en la Pascua renazca nuestra esperanza y nuestra alegría de ser cristianos. Porque, nuestra alegría, rejuvenecerá al sentirnos testigos de la resurrección de Cristo. En la mañana del domingo más triunfal, caeremos en la cuenta que ese será nuestro oficio: ser sus testigos.
En la Pascua se nos debiera de distinguir por las calles, en el trabajo y en nuestra familia o en nuestra parroquia, por el brillo de nuestros ojos traspasados por la luz de Cristo. Sabemos que testigos de las otras cosas que nos desalientan hay montones, nosotros cristianos, necesitamos volver nuestros ojos a la tumba vacía… y creer.
¡Un fluir constante de alegría debiera ser nuestra vida cristiana!...especialmente para aquellos que vamos a compartir y vivir con intensidad la amistad, la pasión y la muerte de Jesucristo.
Que nuestra Madre Santísima del Carmen nos ayude a seguir caminando con el corazón lleno de esperanza y nuestras manos ocupadas en las cosas del Padre, para recibir al Pastor que en su providencia el Señor nos envíe.
¡Felices Pascuas para todos!
Mons. Andrés Buttu
Administrador Diocesano
de la Nueva Orán
Administrador Diocesano
de la Nueva Orán
San Ramón de la Nueva Orán, Abril de 2009
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