CARTA PASTORAL CON OCASIÓN DE LA 43º JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

CARTA PASTORAL CON OCASIÓN DE LA
43º JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ (1º/01/2010)

SI QUIERES PROMOVER LA PAZ, PROTEGE LA CREACIÓN
A los intendentes y delegados/as municipales, concejales, jueces y funcionarios judiciales.
A los sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas y religiosos, seminaristas.
A los/las distintos responsables de áreas pastorales, movimientos apostólicos y comunidades.
A los/las representantes legales y directivos de colegios católicos, supervisoras de religión, las catequistas parroquiales y maestros/as de religión.
A todos los cristianos y cristianas de la diócesis de la Nueva Orán.

Mis queridos hermanos y hermanas,
Me acerco a Uds. en la inminencia del nuevo año, con la alegría y la frescura que nos trae la Navidad para presentarles el Mensaje de Su Santidad Benedicto XVI para la JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ, que desde hace cuarenta y tres años se celebra el 1º de enero, que le asegura el marco propicio de la fiesta litúrgica de Santa María, Madre de Dios.
Lo hago urgido por vivos sentimientos de comunión con quien desempeña entre nosotros los católicos, la misión de confirmar nuestra fe y mantenernos unidos estrechamente no obstante las distancias, las diferencias culturales o los distintos encuadramientos sociales y políticos. El Papa nos habla en nombre de Cristo, pero no sólo a los cristianos sino a todos los hombres de buena voluntad. Viene en este caso, al encuentro de un tema que para nosotros no sólo no resulta ajeno, sino que su adecuado tratamiento constituye una cuestión de vida o muerte para nuestros pueblos.
Me dirijo también a los gobernantes de nuestra región y a los distintos funcionarios de los poderes públicos del Estado, consciente de que esta Carta puede ser muy útil para la altísima misión que nuestros pueblos les han encomendado.
“El desarrollo humano integral está estrechamente relacionado con los deberes que se derivan de la relación del hombre con el entorno natural, considerado como un don de Dios para todos, cuyo uso comporta una responsabilidad común respecto a toda la humanidad, especialmente a los pobres y a las generaciones futuras” enseña Benedicto XVI (Mensaje, nro. 2).
Todos somos responsables de cuidar del medio ambiente como un don de Dios destinado a toda la humanidad, no sólo de hoy, sino de las generaciones venideras. Su cuidado responsable, su uso pautado, el respeto reglado que se tenga en la extracción de sus frutos son para nosotros exigencias imprescindibles para seguir viviendo. De otra manera, gobernantes y ciudadanos caminamos suicidas hacia nuestro propio exterminio. Dios y nuestros pueblos, por el contrario, quieren la Vida.
“Este llamamiento se hace hoy todavía más apremiante ante las crecientes manifestaciones de una crisis, que sería irresponsable no tomar en seria consideración. ¿Cómo permanecer indiferentes ante los problemas que se derivan de fenómenos como el cambio climático, la desertificación, el deterioro y la pérdida de productividad de amplias zonas agrícolas, la contaminación de los ríos y de las capas acuíferas, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de sucesos naturales extremos, la deforestación de las áreas ecuatoriales y tropicales? ¿Cómo descuidar el creciente fenómeno de los llamados «prófugos ambientales», personas que deben abandonar el ambiente en que viven —y con frecuencia también sus bienes— a causa de su deterioro, para afrontar los peligros y las incógnitas de un desplazamiento forzado? ¿Cómo no reaccionar ante los conflictos actuales, y ante otros potenciales, relacionados con el acceso a los recursos naturales? Todas éstas son cuestiones que tienen una repercusión profunda en el ejercicio de los derechos humanos como, por ejemplo, el derecho a la vida, a la alimentación, a la salud y al desarrollo” continúa el Papa en el nro. 4 de su Mensaje. Benedicto XVI no ha estado físicamente en nuestras tierras pero seguramente todos advertimos que no habla de hechos lejanos, de fenómenos que no nos incumben. Bien informado, asume la temática del Medio Ambiente y su cuidado y nos confronta con una descripción que nos calza justo: Todavía cientos de personas en Tartagal padecen las consecuencias del alud del febrero pasado, sin dejar de mencionar los efectos que causa entre nosotros la tala indiscriminada de árboles, ni ignorar lo que nos sucede a todos cuando las lluvias cada vez más poderosas, desbordan puentes o levantan pavimentos que trabajosamente hemos visto colocar, para no aludir a aquellos síntomas o afecciones a la salud a los que me referiré más adelante. Dios nos ha regalado un paraíso que nos empeñamos egoístamente en convertir en un infierno para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.
“La humanidad necesita una profunda renovación cultural; necesita redescubrir esos valores que constituyen el fundamento sólido sobre el cual construir un futuro mejor para todos. Las situaciones de crisis por las que está actualmente atravesando —ya sean de carácter económico, alimentario, ambiental o social— son también, en el fondo, crisis morales relacionadas entre sí. Éstas obligan a replantear el camino común de los hombres. Obligan, en particular, a un modo de vivir caracterizado por la sobriedad y la solidaridad, con nuevas reglas y formas de compromiso, apoyándose con confianza y valentía en las experiencias positivas que ya se han realizado y rechazando con decisión las negativas. Sólo así la crisis actual se hace ocasión de discernimiento y de nuevas proyecciones” insiste el Papa en el nro. 5 del Mensaje.
Como Pastor de la Nueva Orán, me siento firmemente comprometido con la Vida de mi Pueblo, porque he asumido esa responsabilidad el día de mi ordenación episcopal y más cercanamente al asumir esta querida diócesis. Esa Vida con mayúsculas, involucra a todas las dimensiones propias de lo humano, lo material, físico, y lo espiritual, lo individual, personal y lo comunitario, social.
Los responsables y miembros de la Pastoral Social y la Pastoral Aborigen vienen abordando hace tiempo la temática relacionada con el Medio Ambiente. Esos esfuerzos van dando frutos, ayudándonos como Iglesia particular a tomar conciencia de la significación que la Tierra, regalo de Dios, reviste no sólo para los Pueblos Originarios, sabios y respetuosos en su relación con ella, sino también para nosotros todos y todas. Justamente, este año en que nos proponemos crecer en la vivencia personal y comunitaria del tercer objetivo específico del Plan Pastoral Diocesano, promover el diálogo y el respeto mutuo asumiendo la diversidad de los pueblos y culturas de nuestra comunidad diocesana, la cuestión del Medio Ambiente y su cuidado debe constituir parte de esa agenda de intenso intercambio e interacción pastoral.
La contaminación del agua de vastas áreas de la diócesis, la multiplicación de malformaciones en niños recién nacidos (labios leporinos, ausencia del paladar superior, etc.), debidas probablemente al empleo indiscriminado de potentísimos plaguicidas y fertilizantes en vastas áreas rurales, entre otros datos de nuestra realidad, no constituyen hechos tomados de ningún noticiero sensacionalista. Nos lo dicen los médicos y los agentes sanitarios en nuestras visitas a los hospitales. Lo sufren fundamentalmente nuestros pobres. Nos está pasando hoy y no podemos hacernos los distraídos. Tenemos que pedir y buscar incansablemente, cada uno en su nivel, en su responsabilidad, desde su propio lugar, soluciones urgentes. El desarrollo no puede ser un irresponsable progreso económico y material de los que más tienen. Por el contrario, quienes pueden hacer crecer económicamente una región, una sociedad, un país, están llamados a valorar los mejores instrumentos para que esos logros positivos sean auténticos y para todos, y no se conviertan en peligrosos boomerangs que empiezan naturalmente por los más pobres, pero que alcanzarán inevitablemente a todos los que habitamos esta Casa que el Dios Amor nos había preparado sin exclusiones.
A mis colaboradores más estrechos, los sacerdotes y diáconos permanentes, los/las religiosas y los/las catequistas, les pido encarecidamente que den lugar en su predicación y enseñanzas, a la cuestión de la Creación que Dios nos ha encomendado. Sería importante que cada parroquia tuviera su propio equipo de pastoral social, que pudiera estar atento a los desórdenes ambientales de la jurisdicción parroquial para sensibilizar a quienes tienen la responsabilidad de cuidar, por su alta responsabilidad institucional, del Medio Ambiente.
Lejos de slogans estridentes pero inconducentes o de simplificaciones ideológicamente interesadas, el Papa nos ayuda en su mensaje con la fundamentación teológica y doctrinal que necesitamos:
“Si quieres promover la paz, protege la creación. La búsqueda de la paz por parte de todos los hombres de buena voluntad se verá facilitada sin duda por el reconocimiento común de la relación inseparable que existe entre Dios, los seres humanos y toda la creación. Los cristianos ofrecen su propia aportación, iluminados por la divina Revelación y siguiendo la Tradición de la Iglesia. Consideran el cosmos y sus maravillas a la luz de la obra creadora del Padre y de la redención de Cristo, que, con su muerte y resurrección, ha reconciliado con Dios «todos los seres: los del cielo y los de la tierra» (Col 1,20). Cristo, crucificado y resucitado, ha entregado a la humanidad su Espíritu santificador, que guía el camino de la historia, en espera del día en que, con la vuelta gloriosa del Señor, serán inaugurados «un cielo nuevo y una tierra nueva» (2 P 3,13), en los que habitarán por siempre la justicia y la paz. Por tanto, proteger el entorno natural para construir un mundo de paz es un deber de cada persona” (Mensaje, nro. 14). No deseo extenderme para que Uds. mismos puedan acudir al Mensaje del Papa y percibir la urgencia de acoger sus enseñanzas, sacando sus propias conclusiones, interesándose en esta materia, divulgando inclusive el mensaje del Papa que constituye una auténtica catequesis social y ambiental.

Que este año 2010, que vemos nacer entre nosotros, año del Bicentenario de nuestra Libertad, sea una oportunidad para recrear como sociedad aquellos nobles valores que inspiraron a los Padres de la Patria. Hemos recibido de Dios un regalo grande, la tierra, Casa de Todos y Todas, que podamos amarla, cuidarla y entregarla a las generaciones sucesivas con el mismo amor que nos la confió nuestro Dios.
Los abrazo y bendigo afectuosamente en el Señor Jesús, nacido para salvarnos.

San Ramón de la Nueva Orán, 25 de diciembre de 2009

+ Marcelo Daniel Colombo
Padre Obispo de la Nueva Orán


Nota:
Invito a los sacerdotes a leer esta carta del modo que juzguen más eficaz, en la Misa del 1ero de enero, o en alguna de las misas posteriores. Va con un adjunto, que es el mismo Mensaje del Papa, para que Uds. puedan leerlo y multiplicarlo.




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